Una noche me levanté a mear, pensé en ahorcarme y lo hice

Juan Tallón cuenta que Onetti dejó que ordenase su biblioteca una joven que, por todo mérito, conocía el abecedario. Lo leí ayer en la primera de las entradas de Mientras haya bares, uno de sus libros. Tallón escribe que Onetti entró en pánico cuando examinó el resultado y encontró juntos a Borges, Le Carré, Steinbeck, Rulfo, Joyce, Cortázar y Cocteau. El orden alfabético, añade Tallón, es inofensivo y suave pero también puede ser criminal.

Tengo mi propia anécdota de literatura y alfabeto. Un sucedido que involucra, en una librería, a Natalia Ginzburg, a Michel Houellebecq y a Tom Hanks el actor, autor de un libro de cuentos escritos con máquina, que tenía su lugar de escritor en el estante entre los otros dos. Llegué a escribirlo, un borrador, con intención de publicarlo alguna vez, pero Tallón y Onetti, uno por otro, lo han desprovisto de originalidad y dejado ya sin opciones.

Localicé aquel texto en el portátil, en la carpeta que almacena pruebas, fallidos y textos a medio hacer. Ordenados por fecha como estaban, encontré que el archivo siguiente a este del que hablo resultó ser uno con registro de 28 de febrero de 2020, guardado con el nombre Una noche me levanté a mear, pensé en ahorcarme y lo hice.

Era otro borrador, dos párrafos largos a propósito de un viaje en tren de Madrid a Vigo. Una historia imposible de escribir, porque después de un título así es difícil mantener el tono y lo normal es acabar en estropicio.

Una noche me levanté a mear, pensé en ahorcarme y lo hice. Lo ví escrito en los subtítulos de una de las escenas de la película que proyectaron en aquel viaje. Una cinta india en versión original, una película de festival que había empezado en la estación de Zamora y que duró hasta más allá de A Gudiña. Los monitores, anclados al techo del vagón, apuntaban hacia abajo y tenían la pantalla cuadrada y pequeña, de veintiuna pulgadas lo más y las películas, creo que por razón de los campos magnéticos de la infraestructura ferroviaria, por tramos se veían con interferencias y resultaba en general una experiencia penosa. Yo no prestaba antención pero en algún momento levanté la vista y allí estaba: una noche me levanté a mear, pensé en ahorcarme y lo hice. Se lo decía un tipo a otro en un diálogo rodado medio en penumbra, muy difícil de ver porque la pantalla reflejaba la luz del vagón y en el plano, de intención intimista, eran visibles sobre todo las cabezas y coronillas de algunos viajeros.

Traté de seguir el hilo pero no había cómo cogerle el sentido a la conversación de los personajes. Me pareció, eso sí, que el que se había ahorcado trataba de animar al otro, que parecía sumido en algún tipo de oscuridad mental, y lo aleccionaba dándole a entender que en la vida hay cosas que no merecen que se les dé más vuelta, conque pis pas y adelante. Supuse que entre esas cosas el tipo incluía el suicidio. Después de un rato me desentendí. Mi único interés era conocer cómo aquel sujeto había sobrevivido a su ahorcamiento, qué había salido mal para que estuviese allí contándolo. Pero de eso no hablaron los personajes. No al menos en lo que estuve pendiente.

Los dos párrafos de mi borrador eran caminos a ninguna parte y antes de cerrar el archivo los suprimí y dejé el título por todo contenido. Después de todo, como los abogados decimos de ciertos documentos, es literosuficiente. Para qué más. No puedes arrancar titulando una noche me levanté a mear, pensé en ahorcarme y lo hice y después huír, como había hecho yo, escribiendo de cualquier cosa, del revisor, de la calidad de los auriculares, del ‘ocio audiovisual’ y hasta de las mantecadas de Astorga que en tiempos se vendían en ese trayecto. Además, el anecdotario de pasajero en tren, sin crimen por medio, es un recurso que hay que contener y saber tratar para no resultar cargante. Por mi parte, considero suficiente una vez y yo, de tanto acordarme de la vida, lo había gastado antes.

Volví a Mientras haya bares. Justo después de la historieta de Onetti y el orden alfabético de autores venía, como en mi carpeta de borradores, una de viaje en tren, y aún después de esta otra más.

Quise avanzar en la lectura, por conocer hasta dónde llegaba mi identidad de tema con Tallón y saber si es que yo había estado escribiendo, aunque fuesen bocetos, lo que él ya había escrito en condiciones y publicado. Pero ahí se agotó la muestra que Amazon me había permitido descargar y ya no pude seguir.

2 respuestas a «Una noche me levanté a mear, pensé en ahorcarme y lo hice»

  1. Querido Alex: no sé si te habrá llegado otro comentario mío pero estaba inacabado y se me perdió. Mi ignorancia es estas lides es supina ( y en casi todas y cada vez más)
    El relato me pareció extraordinario y me llama la atención tu personalísima línea de actitud aparentemente despistada cuando en todos ellos( relatos) está siempre enlistado, o sea , en pista , y con una total coherencia que te elogió fervorosamente. ¡¡Enhorabuena!! y el mantra habitual ¡¡¡ publica!!!.

    Le gusta a 1 persona

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