Mientras escribo

La ejecución de la guitarra flamenca requiere uñas largas en la mano derecha. En el pulgar y en los otros dedos principales, que son todos menos el último. Hay que revisar el crecido a diario y usar una lima para contener el avance y moldearlas con cuidado, para que el conjunto delate un guitarrista y no un dejado. Con todo, en público no puedo evitar recoger los dedos de la derecha y dejo a la vista solo los de la mano izquierda, que mantienen la compostura. Mientras escribo traen a la mesa la primera fritura de pimientos de Herbón del año. A J., el dueño del restaurante, lo conozo dónde va. Desde que abrió el primero de su cadena y nosotros, aún en la EGB, en el recreo cruzábamos la calle para tomar coca-cola y pan con chorizo picante y allí estaba él, siempre amable. Lo mismo a mis trece que a mis cincuenta. De toda la fuente ha picado un pimiento y no mucho. Me ha dado por pensar si no será que estos pimientos que pican los cultivan aparte y echan uno o dos en cada sartén como figuritas al roscón de reyes. Mientras escribo noto que ha dejado de funcionar el enter, la tecla que activa el salto de párrafo, y no tengo cómo empezar uno nuevo. Por saber si es problema del teclado o de la aplicación que utilizo, he probado a escribir con la de Tom Hanks. Hanks produjo un aplicación para el iPad que simula la escritura sonora de una máquina de escribir y reproduce su tipografía. Pagué por ella diez euros. En esa aplicación la tecla responde. Menos mal, pienso, porque es la tecla del retorno del carro, la que hay que pulsar despúes del tilín de la campanilla para continuar en la siguiente línea. Mientras escribo, atrapado en un párrafo, me alivia pensar que peor sería no poder salir de una línea. Como para celebrarlo, J. me invita a licor-café.