Dos veces fui padrino de bautismo y en las dos hube de renunciar de viva voz a Satanás para que el oficiante pudiese proceder con los ritos sobre el bebé recipiendario. Renunciais a Satanás? Me lo preguntaron a bocajarro, con tratamiento de segunda persona del plural como si yo fuese el Rey, uno y muchos a la vez. Yo renuncié a Satanás las dos ocasiones aunque sin pensarlo, dando por sentado que no hay quien se oponga a algo así. Renunciais a Satanás? mmm… no. No renunciais? No. Pues entonces póngaseme fuera de la iglesia si no quiere que lo ponga yo con una hostia de las de verdad, no de las de comer, que por muy cura que sea tengo dos manos bien grandes. Se habría armado un buen follón y uno, propuesto como padrino, no debe desmerecer la confianza depositada ni es quién para arruinarle la fiesta a nadie.

No todo el mundo renuncia a Satanás. Los hay que no solo no renuncian sino que lo veneran, gente respetable que concede entrevistas para que se sepa que lo de ellos con Satán es de tú a tú, que más que venerarlo lo tienen por un amigo, un amigo ejemplar, no cualquiera, porque el satanismo no quiere saber de dioses ni aprecia en su ídolo cualidades divinas, ni siquiera distintas de las del ser humano, al que tienen por único motor de su propio destino, en onda con los existencialistas y los materialistas.
Los satanistas ateos tienen una asociación que se llama así, Asociación de Satanistas Españoles, con registro en el Ministerio del Interior. Miguel, su presidente, llegó a Satán desde ese trampolín que son las letras del death metal. Tienen junta directiva y asamblea y garantía de derechos para fundadores y asociados y sus rituales, lejos de la oscuridad e iniciación que cabría esperar, ahora han de sujetarse a las reglas democráticas impuestas por la ley de asociaciones.
A estos, los ateístas, no cabe confundirlos con los luciferinos, más sofisticados, menos burócratas y creyentes, ellos sí, en los poderes sobrenaturales de Lucifer; sobre todo los que anuncia su nombre, poderes de iluminación y de conocimiento elevado, algo de lo que es difícil no declararse partidario, al menos en mi caso.
De haberlo sabido entonces (la primera vez acababa de cumplir los diecisiete), si me hubiesen advertido, habría pedido un momento para pensar antes de renunciar a Satán de buenas a primeras; al menos para hacer inventario a reserva de beneficio, por ver qué partido salía más a cuenta, como se hace con las herencias.
He leído que Stalin, por ser insomne, apilaba gran cantidad de libros en la mesilla de noche, libros de tema diverso, ingeniería, lingüística, literatura. Los leía con atención y anotando en los márgenes hasta la madrugada. Yo, por más libros que acumule en la mesilla, no puedo andar encendiendo la luz a partir de ciertas horas sin interrumpir el sueño de otros. Por eso, cuando el insomnio ronda, echo mano de algún podcast. De noche los prefiero de supercherías y sociedades secretas, que me hacen de somnífero. También anoto en los márgenes, aunque de otra forma.
Magnífico texto. Con ese humor soterrado e con esa técnica de volver sorprendente o habitual.
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¡Estupendo texto!! Con ese «humor soterrado» que muy bien te han comentado. Y un conocimiento de los vericuetos del satanismo que me admira porque a Satán no se le pasea ni por libros ni periódicos pero «haberlo haylo» polo mundo adiante
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