Llegar primero

En la iglesia de Santa María del Pi, en el barri gòtic de Barcelona, ofrecían la actuación de una guitarrista rusa en una de las capillas. Obras de Fernando Sor, Tárrega, Albéniz y Granados y algunos extras. No debía bastar con la cartelería del concierto ni con los anuncios en los catálogos de ocio, que había que ofrecerlo a los transeúntes que merodeábamos por la plaza. También pasa eso en Nueva York. En descargo de los que ofrecían los tickets en Santa María del Pi diré que tuve la imprudencia de acercarme demasiado a la puerta de la iglesia y eso fue como ofrecerme yo a ellos más que que ellos a mí, y también que apenas insistieron porque no hizo falta y que cuando a uno, que a mí me pareció que era del Cáucaso, lo corté con la mirada cuando quiso ilustrarme sobre los compositores, me vas a contar a mí de Francisco Tárrega, él lo comprendió y ya no hubo más.

Barrio del Born. Barcelona. Fotografía del autor.

El mismo tipo del Cáucaso aconsejó que guardase cola junto a la puerta hasta la apertura, por coger un buen sitio en la capilla, y gracias a eso entré con el grupo de cabeza y pude instalarme en la primera fila con una pareja japonesa que después, en los turnos de aplauso, se mostró negada para la emoción. Había más personas japonesas en el público y en general foráneos muy fácilmente reconocibles por la vestimenta.

En el programa de mano figuraba que la guitarrista rusa venía con certificado de excelencia del Trip Advisor. El Trip Advisor por lo visto acredita a los músicos lo mismo que a los hoteles. Me pareció indigno eso. Recordé haber leído que estamos a un paso de ser, todos y todo, una puntuación entre uno y cinco y que en un mundo así el fracaso empieza en el cuatro con nueve, tampoco hace falta ser Slavoj Zizek para darse cuenta. Todo eso pensé mientras aguardaba la actuación, aliviado porque la guitarrista al menos tuviese las cinco estrellas. Resultó ser una intérprete impecable que acompasaba la ejecución con movimientos de cabeza enérgicos y expresivos y que presentó ella misma las obras en un español y en un inglés iguales en perfección.

El programa también anunciaba que después del concierto la artista firmaría CDs en un set junto a la entrada principal de la iglesia. Al acercarnos al final del recital empecé a preguntarme cómo haría la guitarrista para estar en el set antes que el público lo alcanzase al salir de la capilla, porque ella estaba situada en el punto más distante de la puerta y desde la sacristía, que era el lugar desde el que había aparecido y por el que habría de retirarse, era imposible que hubiese atajos. Me inquietó la idea de que, por haber solo media entrada y no ser muy grande la capilla, nos viésemos todos en la calle en menos de quince segundos y la concertista alcanzase su puesto de CDs sin haber ya nadie a quien ofrecérselos.

Después de la última obra del programa la guitarrista rusa se retiró a la sacristía para el rito del bis, que se produjo con normalidad. Volvió a aparecer e interpretó una pieza moderna que incluía guitarra percusiva, tamborileo con los dedos en la caja intercalados con la ejecución sobre las cuerdas, una obra muy diferente del resto. El día que organizaron su actuación ella tuvo el mismo pensamiento que yo tenía en ese momento, cómo llego antes que el resto a la salida, a los CDs. Me dispuse para el desenlace. Supuse que nos retendrían a todos en la capilla con cualquier excusa, ofreciéndonos otro ticket para otro evento, y que ella con más o menos disimulo ganaría la puerta. Nada. Todo fue más sencillo. Para llegar primero simplemente hay que salir primero, de manera que a la que dio el último golpe a la guitarra se incorporó y, todo muy rápido, saludó con la cabeza bajándola y subiéndola como haría un subalterno, dejó la guitarra en el banco en el que había estado sentada y sin más echó a correr por el pasillo central de la capilla hacia la puerta dejándonos a los del público internacional sin comprender y aplaudiendo a nadie.

Salí medio escondido detrás de la pareja japonesa dispuesto a no comprar el CD y evitar que la guitarrista rusa llamase mi atención. No lo conseguí. Ella sí. Lo demás, lo que pasó después, es mejor omitirlo.

5 respuestas a «Llegar primero»

  1. Preconcebimos la idea de que toda iglesia tiene ese poder de «obligar» por la trayectoria que ha tenido en la sociedad española, pero es cierto que en vivencias como la tuya, te expones a ser seducido por una artista que te hace separar los «deberes» del rezo y estar en un pequeño teatro sin pagar entrada. Si tienes la oportunidad de ver algún capítulo de una serie llamada Black Mirror, se dan situaciones complejas como la que has descrito, en las que llegará el día que todos tengamos una puntuación. Saludos.

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    1. Muchas gracias por la lectura y el comentario. Ví un par o tres de capítulos de Black Mirror, hace tiempo, pero me causaban tal desasosiego que decidí no ver más. Estoy de acuerdo contigo en que lo de que seremos una puntuación puede asociarse con esa serie. Acabo de conocer tu blog y lo sigo. Un descubrimiento. Gracias de nuevo y seguimos en contacto.

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