De madrugada me crucé en Madrid con un tipo que profería gritos de muerte a los moros. Al tipo lo sujetaban entre dos o tres que había con él y él trababa de zafarse pidiendo a voces muerte a los moros aunque allí no había moros ni nadie más que el propio energúmeno, los que trataban de aplacarlo y yo en busca de un taxi para volver a casa.
El tipo estaba realmente exaltado. Creo que los que lo tenían cogido en realidad lo hacían por proteger a la población mora de Madrid de la ira del sujeto más que a él de los moros, aunque él estuviese en franca minoría. Viéndolo porfiar temí que si lograba zafarse viniese directo a por mí tomándome por moro, porque yo no soy precisamente nórdico, sino mediterráneo y además exhibo una barba poblada y aún no había amanecido y con la poca luz de la noche y la ofuscación del tipo la confusión era segura.
Pensé en correr, pero eso podía complicarme las cosas porque alarmaría al tipo y después lo enfurecería lo suficiente como para romper las cadenas y saldría tras de mí, y como yo de espaldas y a la carrera puedo pasar por moro y el tipo no iba a pedirme identificación, me vería muerto antes de llegar al primer portal.
Valoré despistarlo y alejarlo de allí gritándole que acababa de ver una partida de moros dos calles más abajo, pero me asustó pensar que en realidad, sin yo saberlo, dos calles más abajo hubiese en verdad moros y al final alguno acabase muerto a manos de aquel furibundo por mi culpa.
Me decidí a espantar el miedo y entonces me puse a silbar bastante fuerte, para que lo escuchase, unas frases de una zarzuela que conocía por haberlas oído cantar a mis abuelos madrileños en el teatro y también en su casa siendo yo niño*, y que cantadas dirían algo así como una morena y una rubia hijas del pueblo de Madrid. No hay moro que sepa silbar ésto, pensé. El tipo no vendrá por mí por más barba que yo tenga, estoy seguro, pero la melodía llegó a un punto en que no supe seguir y el exaltado había dejado de forcejear con los suyos, que después de todo eran amiguetes, y todos me miraban como si les estuviese tomando el pelo. Ya estaba resignado a recibir a los bárbaros cuando apareció un taxi.
*La de nacido en Madrid es una de mis identidades, probablemente compartida con la del perseguidor de moros. Pero tengo muchas otras, las que hagan falta, las mismas que casi todos al final. No hay problema en eso. Dice Amin Maalouf que las cosas empiezan a ir mal cuando una de esas identidades adquiere hegemonía sobre las demás porque esa identidad tiende transformase en una identidad asesina, incluso aunque a uno no lo lleve a asesinar.
Muy pocas horas antes de que me cruzase en Madrid con aquel tipo inflamado contra los moros, en París un ciudadano francés, ciudadano de la Unión Europea, igual que yo, o que el inflamado, formado en un sistema que es el mismo en el que yo fui educado, basado en la separación de poderes, la representación democrática, la igualdad ciudadana, la solidaridad, la libertad religiosa y de pensamiento, el acceso a la cultura y el respeto a los derechos fundamentales, ametralló a decenas de personas en una fiesta y después se hizo explotar poniéndolo todo aún más perdido porque en algún momento dejó de tener identidades para tener identidad, solo una, que no es ninguna de las identidades que compartía conmigo ni tampoco de las que no compartía (parisino, seguidor del PSG, runner los domingos, lector de los engendros de Dan Brown, voluntario en una ONG, fumador en cachimba… yo qué sé); ni siquiera la identidad musulmana, sino la identidad de infectado por el pensamiento más tenebroso de cuantos actualmente están formulados. Frente a algo como eso, pedir la paz no acaba de encajar. Al menos yo no encuentro la horma de esa expresión. Ni siquiera encaje sintáctico, porque en realidad eso no expresa ningún concepto. No expresa nada. Lo primero erradicar el fanatismo y la oscuridad. Después podrá venir algo parecido a la paz.
Me gustó la reflexión sobre las identidades y observé que tu » modos dicendi» habitual cambió al referirte a los atentados de París…De los fanatismos y oscuridad hay mucho que hablar
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Lo de las identidades lo he tomado de ‘Identidades Asesinas’, de Amin Maalouf, un texto que leí hace unos cuantos años y que cada día que pasa se hace más vigente. Otra vez, gracias por leer el texto y por el comentario.
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