Un compañero de aula me dijo que beber agua si se tienen ganas de orinar en ese momento puede causar el reventón de uno de los riñones. Me lo dijo David S. recién acabado el parvulario, mientras hacíamos recreo en el primer curso de EGB, tal vez el segundo. David S. era listo. Era el número uno en la clasificación por resultados y habilidades, que era una forma de ordenarnos por nuestras notas. David S. era el más listo y por eso se permitía esa clase de afirmaciones de dudoso fundamento aunque yo, que era el quinto más listo, lo convencí de que Cerceda y Cercedilla eran el mismo lugar y de que en Asturias no había hórreos y esas cosas tampoco tenían fundamento. David S. era hijo del profesor y eso convertía en infalible lo que decía y nadie lo contradecía.
Ayer bebí agua a borbotón al llegar a casa. Hacía mucho calor. Bebí de la botella ruidosamente, exagerando como si en lugar de estar en mi cocina llevase días perdido en el Sáhara. Mientras bebía me preparé para la voladura del riñón porque tenía prisa por ir al baño. El riñón no reventó. En realidad llevo treinta y cinco años esperando que reviente por culpa del puto David S. Al beber visualizo el riñón que explota como una naranja por un balazo, aunque eso no me detiene y sigo bebiendo confiado en que David S. tal vez no tuviese razón, aunque sé que nunca llegaré a estar seguro.