Un mes de agosto de finales de los años noventa leí casi de una sentada un libro de ochocientas páginas sobre la historia y los conflictos en los Balcanes.
Una tarde del otoño que siguió a aquel verano acudí a una conferencia sobre la encrucijada balcánica que impartió un tipo muy pulcro que se presentó como coronel del ejército. Casi al final, cuando iban a cerrar el turno de preguntas del público, levanté la mano. Primero quise mostrar una cierta competencia sobre el tema y antes de preguntar nada mencioné personas y fechas relacionadas con el asunto, como en una especie de introducción, y hasta cité bibliografía. Después formulé al coronel mi cuestión: perdóneme pero no acabo de explicarme cómo en una exposición sobre geopolítica balcánica no hay una sola mención a Macedonia.
Claro que es extraño, respondió. Me pareció notar algo como regocijo en su gesto. Lo he hecho a propósito, confiaba en que alguien del público introdujese a Macedonia y de no ser por usted me habría ido sin decir nada.
El coronel me abordó a la salida del aula. Elogió mi intervención. Intercambiamos algunas frases y me extendió una tarjeta: F. G. de la B. Coronel. Arma de Infantería. Centro Superior de Información de la Defensa. Leí otra vez. Qué coño era eso. El CESID. Eso era el CESID. Los servicios de inteligencia, la CIA española.
Me retuvo con algunos comentarios de cortesía hasta que no quedó nadie. Después salimos del edificio. Preguntó hacia dónde me dirigía. Yo también voy hacia ahí, me dijo.
Empezamos a caminar. Verás, dijo, al Gobierno le preocupa mucho todo lo que tiene que ver con la antigua Yugoslavia. Supongo que entenderás por qué. Claro, dije. Estamos trabajando en un grupo de estrategia, una red de balcanólogos que haga análisis y también intercambie conocimientos en una plataforma que nosotros ordenaremos y procesaremos. Mi cometido consiste en recorrer el país con esta clase de charlas en busca de agentes. Lo de Macedonia es un señuelo, un testigo, supongo que ya te has dado cuenta. Claro, me he dado cuenta. Lo utilizo para detectar quién puede sernos útil y creo que tú eres uno de esos. No hay tantos, no vayas a pensar.
Mañana créate una nueva cuenta de correo. Ya casi habíamos llegado a mi coche. El coronel habló entonces en un tono más bajo. Hazlo mejor desde un cíber. Utiliza solo números, que no tengan que ver contigo, no vayas a poner tu fecha de nacimiento ni nada por el estilo. Desde esa cuenta solo tienes que remitir un mensaje en blanco a la dirección que tienes en la tarjeta que acabo de darte. En el asunto del mensaje escribes Boban el croata jugará en el Celta de Vigo, solo eso. Boban, con dos bes. Te lo anotaría pero no puedo, supongo que lo comprendes. Claro, lo comprendo. Después recibirás un mensaje en esa cuenta y solo tendrás que seguir las instrucciones.
El coronel me estrechó la mano. Bienvenido, dijo. Y discreción por favor, sobre esta conversación y sobre lo que venga, eso es lo más importante. Supongo que no es necesario insistir. Claro, no es necesario.

Esta es la historia. Mi nombre al servicio del CESID y después del CNI, para quien quiera saberlo, fue Zdravković. Milanče Zdravković. Casi todos escogimos nombres Serbios. Ha pasado el tiempo suficiente desde que lo dejé como para que ahora pueda contarlo. Las cosas que leí, las que yo mismo escribí, los documentos que me fueron mostrados, sobre eso no puedo hablar, y menos ahora, supongo que todo el mundo lo entiende*.
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* El llamado Memorándum principal en contra del reconocimiento de la República de Kosovo, entregado al Ministerio de Asuntos Exteriores del Gobierno de España el día 18 de febrero de 2008, un día después de que la provincia autónoma serbia de Kosovo declarase unilateralmente su independencia, aparece firmado, entre otros, por M. Zdravković. España es el único Estado de la Europa occidental que aún no ha reconocido la República de Kosovo.
Muy bueno. Parece que se está poniendo otra vez de moda (si es que no lo ha estado alguna vez) el tema del «espionaje» en el ámbito cinematográfico. Hace dos días vi en la tele un peliculón sobre el asunto, dirigido por Robert de Niro (que también actuaba como actor), protagonizada por Matt Dammon. Conclusión: mejor que hayas dejado lo del espionaje, es muy ingrato. Jajajaja.
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Como siempre,
Una historia interesante que nos recuerda la frase de E Dickinson :
«Uno aprende, cuando se hace viejo, que ninguna ficción puede ser tan extraña ni parecer tan improbable, como lo sería la simple verdad».
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Gracias Carlos. Me gusta la frase. Me la quedo con tu permiso y el de E. Dickinson.
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