El laberinto de las aceitunas

Esta mañana he escuchado parte de una entrevista al juez Grande Marlaska en la radio, a propósito de un libro que acaba de publicar y que tiene un título ridículo: ‘ni pena ni miedo’. Marlaska es un producto de los medios de comunicación. Una estrella del pop. Tienen algunos medios hacia ciertos jueces y fiscales -casi siempre de la Audiencia Nacional-, algo parecido a la reverencia del paisano hacia el médico, esa clase de adulación que nace de la ignorancia sobre el oficio o la ciencia ajenas, a los que atribuyen cualidades mágicas. Por lo que escucho, Marlaska no se limita a ofrecer la panza para que se la acaricien como a los perrillos; trata de mostrar una altura de pensamiento digna de su elevada posición mediática, digna de ser puesta en un libro. Lo imagino entrando en el estudio y dejando el ejemplar sobre la mesa, entre los cables de los micros, con un golpe de ficha de dominó: soy Marlaska, muchachos, y aquí está lo que piensa alguien como yo. Marlaska dice al entrevistador que ya solo relee. A Montaigne nada menos. No quiere resultar pedante al decirlo pero se justifica: son las preguntas las que lo obligan a parecer lo que no quiere ser. Montaigne. Un folio bien tirado ese, pero para que una referencia a Montaigne esté en su sitio, sobre todo a las nueve de la mañana, hay que tener obra, Marlaska; o eso o el aspecto y la entonación de Vila-Matas; o al menos tener la costumbre de leer en francés en el dormitorio de tu pazo como Otero Pedrayo. Si no, mencionar a Montaigne es como pisar en blando cuando se camina por la acera. No queda bien. Además tu sintaxis, Marlaska, el fraseo si quieres, la formulación de tus ideas, de tus ideas sobre el derecho y el poder judicial, incluso de tus ideas sobre eso que se llama el tema vasco, que te cae cerca, en todo eso resultas ramplón, muy alejado de lo que uno espera de un relector de Montaigne.

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A mí también me entrevistaron una vez. Como yo no tenía obra ni sabía nada de Montaigne, cité El Laberinto de las Aceitunas cuando el periodista preguntó por mis referencias. Ya ves.

No hay nada personal en esto, Marlaska, ni tampoco corporativo, aunque el abogado y el juez seamos dos clases en lucha. Simplemente me cayó mal la entrevista, como pasa a veces con un vaso de agua fría.

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