La encrucijada de Benavente (I).

Más que un pueblo, Benavente es una especie de despensa del cuadrante noroeste de la península. Todo pasa por allí antes de ser distribuido porque allí los caminos se cruzan. A eso el diccionario lo llama encrucijada y por eso Benavente tiene ese aire de frontera, hostil, de territorio franco ensanchado a base de polígonos, enormes aparcaderos para camiones y burdeles.

Ayer yo estaba citado en Benavente por un asunto familiar. Como era la primera vez que alguien me citaba en Benavente, cuando me lo propusieron, aún con el teléfono en la mano, no pude evitar la evocación del narco de Vilagarcía, uno muy famoso, al que un cártel colombiano citó también en Benavente para aclarar una cuenta y acabó tan mal la cita que hoy se la conoce como ‘el crimen de Benavente’.

Movido por este pensamiento un tanto oscuro traté de encontrar alternativa en otro lugar, incluso más distante de Vigo, pero eso requería algunos días de demora y al final no hubo más opción y quedé convocado en Benavente.

En Benavente también se encontraron hace pocos días algunos socialistas del sur con otros socialistas de aún más al sur para sincronizar relojes y poner en marcha la cuenta atrás para la ejecución del golpe de mano al secretario general del partido, del que hablarán en el futuro los libros de historia. La verdad es que para ciertas cosas Benavente está a medio camino de casi cualquier lugar, lo mismo de Bogotá y la ría de Arousa que de Toledo y Sevilla.

Los asuntos familiares quedaron despachados en Benavente a mediodía y sin necesidad de salirnos de los extremos del código. Propuse almorzar en el restaurante en el que los socialistas desplazados habían hecho el concilio porque, por lo escuchado en la tertulia radiofónica por la que yo lo supe, debía ser una casa de muy buen comer.

Hicimos toda clase de combinaciones de palabras en los buscadores de los teléfonos para tratar de dar con el restaurante. Encontramos decenas de noticias de la reunión, que las crónicas referían como ‘la encrucijada de Benavente’ con poco sentido de la originalidad; pero el nombre del restaurante no aparecía en ninguna información. Interrogamos a un par de viandantes y a un hostelero, aunque al hostelero con indirectas. Nada. Entonces decidí telefonear al diario ‘La Opinión de Zamora’, concretamente a la redacción de Benavente. El tipo que me cogió se mostró primero desconcertado y después molesto con la información que yo le pedía.

‘Esto es Benavente amigo, mejor llamas a Zamora para eso’, me dijo. Le hice ver que las informaciones hablaban de la encrucijada de Benavente, no de la de Zamora, y que por eso lo estaba llamando a él. Ya, pero es que si el nombre del restaurante no ha salido será por algo, me respondió. Comencé a entender de qué iba el asunto. Puedes estar tranquilo, le dije, no soy periodista, no voy a decir nada, solo queremos comer porque tenemos hambre y si queremos ir a ese lugar que no sabemos dónde está ni cómo se llama es por culpa de unos tertulianos de la radio y en general de los periodistas que tirais la piedra y escondeis la mano y además no te estoy pidiendo el nombre de una fuente joder, solo de un restaurante.

El tipo me creyó solo a medias y por eso, en lugar del nombre del restaurante, me dió el nombre del pueblo en que debía buscarlo, supongo que para que nadie pudiese acusarlo de revelar secretos. Con el nombre del pueblo todo encajó y mis tíos, mi prima y yo más que a comer, salimos a encontrarnos con la historia. Continuará.

2 respuestas a «La encrucijada de Benavente (I).»

  1. Qué bueno! Leyendo tus relatos me acuerdo de la primera vez Que leí el Quijote, ya en el primer curso de Universidad, que a cada rato me daba la risa . Pues contigo me pasa lo mismo, qué me lo paso pipa leyendo tus historias.

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